viernes, 12 de septiembre de 2014

Libro "Elegí vivir" El accidente que marcó mi vida y el camino de mi rehabilitación

 

AUTORA DEL LIBRO:  DANIELA GARCÍA
                                                           
EDITORIAL:  GRIJALBO



Análisis de Tiempo y Ambiente

El ambiente inicial es la ciudad de Santiago, partiendo desde la casa de Daniela hasta llegar a la Estación de Central de Ferrocarriles. Luego la historia continúa en el vagón desde donde ella cae. Luego, el ambiente se traslada a la ciudad de Rancagua, en donde Daniela recibe sus primeros auxilios. Más tarde es trasladada al Hospital Clínico de la Universidad Católica de Chile, lugar en donde pasa largo tiempo. Luego es atendida en la Teletón, para finalmente, continuar el desarrollo de la historia en Estados Unidos, en un prestigioso centro de rehabilitación. Finalmente, Daniela vuelve a Chile, en donde concluye la historia.


El tiempo en que se desarrolla la historia, es la primavera del año 2002.


Personaje Principal: Daniela García

Descripción Física: Joven de 22 años, estudiante de medicina, mediana estatura, delgada y deportista.

Descripción psicológica: Alegre, con una enorme fuerza interior, valiente, sensible y amada por todos.

Personajes Secundarios: Ricardo Strube, pololo de Daniela, Leonor Palomer y Cristian García, padres de Daniela, Ricardo Morales, persona que la encontró luego del accidente, múltiples doctores y terapeutas.

Resumen del Libro “Elegí Vivir”



Resumen del Libro “Elegí Vivir”

Autora: Daniela García Palomer
Editorial: Grijalbo




Daniela era una joven estudiante de cuarto año de medicina. Llevaba una vida dinámica y alegre, entre sus estudios y las múltiples actividades deportivas que compartían con Ricardo, su pololo, desde hace ya cuatro años.
Era Octubre del año 2002 y se acercaban los Juegos Inter-Escuelas de medicina, que ese año se realizarían en la ciudad de Temuco.
Daniela no tenía muchas ganas de viajar. Macarena, su mejor amiga, no iría y además pronto debía rendir un examen muy difícil de dermatología. Finalmente, decidió ir. Ya arriba del tren, su entusiasmo apareció al ver que sus amigos disfrutaban de esta nueva aventura.
Comenzaron a desplazarse a través de los vagones, para socializar y compartir con otros estudiantes, pero algo terrible e inesperado sucedió. En uno de los vagones había muy poca luz y en el piso un hoyo por donde Daniela repentinamente cayó.
Así comenzó su pesadilla, despertando sobre los rieles del tren, en plena oscuridad, sin entender lo sucedido. Con horror pudo percatarse de que había perdido sus manos y piernas, y que si no hacía algo moriría. Gracias a Dios, Ricardo Morales, caminaba a esa hora cerca del lugar en donde cayó Daniela, y pudo socorrerla. Pidió ayuda en una bomba de bencina cercana, y pronto llegó el equipo de rescate del SAMU de Rancagua, a brindarle los primeros auxilios. Daniela, al borde de la muerte, luchaba por su vida, pensaba en su familia, en las muchas cosas que aún tenía por hacer, y en que no quería morir.
La noticia  del accidente pronto fue conocida por sus padres y por su pololo Ricardo, quienes viajaron desesperados hasta Rancagua. Allí vivieron horas interminables de dolor, en donde Daniela se debatía entre la vida y la muerte. Pronto fue trasladada al Hospital Clínico de la Universidad Católica, en donde inició su rehabilitación, en medio de muchas operaciones que le fueron realizadas. También asistió a la Teletón, en donde muchos especialistas le brindaron su tiempo y dedicación para ayudarla a superarse. Aun así, toda la ayuda brindada no fue suficiente, por lo que debió trasladarse a un importante centro de rehabilitación de Estados Unidos, Filadelfia. Allí, en el Moss Rehab Institute inició las terapias física, ocupacional y recreativa. Cada día era un nuevo desafío, en donde recibía todo el cariño de los médicos y terapeutas que no solo se preocupaban de su rehabilitación de su cuerpo, sino que también de darle fortaleza y esperanza a su espíritu.
Daniela logró salir adelante, con el apoyo y el amor de su familia, de su pololo y de sus amigos, que nunca la dejaron sola. También recibió interminables muestras de cariños de miles de chilenos, que solidarizaron con ella y admiraron su fuerza y valentía. Retomó sus estudios, todas sus metas y la firme tarea de volver a ser feliz.

Libro seleccionado: Elegí vivir

                                                                       

CRITICA

Yo quise leer el libro "Elegí vivir" porque es una historia que en realidad ocurrió.
La protagonista es Daniela García y su libro trata de la experiencia que vivió cuando sufrió un terrible accidente...ella cayó de un tren y perdió sus brazos y piernas .
En realidad, yo pienso que si a mi me pasara eso estaría demasiado deprimida. Me impresiona que ella nunca se rindió y no dejo de sonreír, eso fue una de las cosas que me gusto del libro y otra cosa fue que ese accidente que tuvo ha sido uno de los mas trágicos que e escuchado. Es sorprendente leer el relato que ella hace, porque te introduce tanto en la historia que incluso te dan ganas de ayudarla.
Este libro deja una gran enseñanza: Nunca hay que rendirse, que a pesar de lo grave que sea tu problema porque no se debe perder las esperanzas, y tal como decía Daniela: Tu vida sera lo que tu quieras hacer de ella.
Finalmente, un libro imperdible se los recomiendo.

Vocabulario

                                                             

 VOCABULARIO

Destartalado: Descompuesto y sin orden.

Maltrechos: Maltratado, malparado.

Convoyes: Vagones de tren.

Forcejeo: Hacer fuerza, resistir, hacer oposición.

Escuálida: Delgada, débil.

Énfasis: Fuerza de expresión o de entonación.

Aventar: Tirar, Arrojar.

Restante: Resultado de la operación de restar, lo que queda.

Traqueteo: Movimiento de una persona o cosa que se golpea al transportarla de un punto a otro.

Divisar: Percibir confusamente una cosa lejana.

Aflicción: Congoja, tristeza, pesar.

Descarrilamiento: Salir de su carril un vehículo.

Muñones: Parte de un miembro cortado que queda adherido(a) al cuerpo.

Rebelión: Acción de revelarse, rebeldía, protesta.

Reiki: Técnica de medicina alternativa.




Biografía de la autora

                                                       


BIOGRAFÍA DE LA AUTORA




Daniela García Palomer nació en Santiago el año 1980. Estudió en el colegio Andrée English School y estudio medicina. Es la única mujer entre cinco hermanos, del matrimonio formado por el Dr. Cristián García, radiólogo de la Facultad de Medicina UC, y la odontóloga Leonor Palomer.

El 30 de octubre de 2002, un accidente ferroviario, en medio de un paseo universitario, le amputó brazos y piernas. Estuvo meses hospitalizada, debió someterse a varias operaciones y a rehabilitación en la Teletón, además de varias terapias en el Moss Rehab Institute de Filadelfia.

A dos años exactos de su caída de un vagón de tren a la vía férrea, la estudiante de Medicina Daniela García publicó un libro con su testimonio sobre el accidente que le le hizo perder sus cuatro extremidades y su posterior y exitosa rehabilitación. Daniela estremeció a todos con el libro “Elegí vivir”,

Hoy Daniela está felizmente casa con Ricardo Strube, su pololo en el momento del accidente. Tiene dos hijos y trabaja como doctora en la Teletón. Evita el contacto con la prensa y no concurre a lugares públicos. Se siente una persona normal, a quien le ocurrió algo fuera de lo normal, pero que supo cómo salir adelante , con la fuerza de su familia y de sus amigos. Esta tremendamente agradecida de las múltiples muestras de cariño, que miles de chilenos le expresaron y le expresan hasta el día de hoy.




ARTICULO ACERCA DE LA VIDA DE DANIELA GARCIA



ARTICULO ACERCA DE LA VIDA DE DANIELA GARCIA


Por Anne Mullens

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La historia de Daniela García





Camina con confianza, por los pasillos del Instituto de Rehabilitación Infantil, en Santiago de Chile, a pesar de una leve renguera. En esta ciudad de seis millones de habitantes, incluso en toda la Nación, la conocen muy bien con apenas sus 27 años de edad. Daniela García es autora del éxito de ventas “Elegí vivir”, y se niega a ser reconocida sólo como “la chica que sufrió el terrible accidente”. Ni le gusta que describan lo que le ocurrió como una tragedia. “Esta es una historia feliz”, dice.
No le molesta que sus jóvenes pacientes, muchos de los cuales padecen discapacidades importantes o enfermedades como distrofia muscular, la miren fijamente con curiosidad. Sabe que su condición significa que ellos también tendrán que encontrar su propio valor y resistencia, a medida que su vida se desenvuelva. Ni le importa que le pregunten, con la natural franqueza de los niños: “¿Por qué rengueas? ¿Por qué tienes ganchos en vez de manos?”. “Me gusta. Crea un vínculo entre nosotros”, dice ella.
Hasta el 30 de octubre de 2002, Daniela García llevó la vida cómoda y despreocupada, de una joven educada en el seno de una familia de la clase alta y culta de Chile. Excelente estudiante con altas calificaciones, le encantaba la biología e ingresó en la Facultad de Medicina de la PUC. En la última semana de ese octubre, Daniela tenía 22 años y cursaba el último mes de su cuarto año. Tenía un novio formal desde hacía cuatro años, Ricardo Strube, un joven buen mozo y atlético.
Por ese tiempo, se acercaban los calurosos días del verano y estaban a punto de iniciarse los exámenes finales. También era la época de los Juegos Inter-Escuelas de Medicina, tradición competitiva anual en la que participan casi todos los estudiantes de medicina del país. Ese año se iba a realizar en Temuco, ciudad de 260.000 habitantes, situada a unos 250 km al sur de Santiago. Pero ella no estaba segura de querer asistir. Le preocupaba un próximo examen de Dermatología, una de sus mejores amigas no iría, y el viaje hasta allí era caro e implicaba unas cuantas horas en tren, y de noche. Además tenía un extraño y desagradable presentimiento respecto del viaje.
Durante varios días sus compañeros le insistieron en que los acompañara: necesitaban su habilidad de futbolista en el equipo. Por fin cedió. Sin embargo, cuando llegó a la estación central del ferrocarril aquel miércoles por la noche, su miedo sólo aumentó. El sistema nacionalizado de ferrocarriles había dispuesto trenes adicionales, con vagones viejos. A Daniela no le gustaba cómo se veían las ventanillas sucias y la pintura descascarada. Calmate, se dijo. El ferrocarril es seguro.
Cuando el tren empezó a dirigirse hacia el sur, los estudiantes sacaron guitarras y empezaron a cantar y a bailar. “Bailá con nosotros”, le pidieron con insistencia unos amigos. Pero esa noche no tenía ganas. Se quedó sentada y trató de mirar el paisaje. A eso de las 10, poco más de una hora después del inicio del viaje, dos amigos le pidieron que los acompañara a otros vagones para ver si conocían a algunos de los estudiantes a bordo. Mientras caminaban de un vagón a otro, un amigo iba delante y otro detrás de ella. Las luces de techo estaban fundidas y era difícil ver. Daniela no sabía que no estaba en su lugar la pasarela que normalmente cubre los huecos entre los acoplamientos de los vagones. El tren entró en una larga curva y la brecha se ensanchó aún más.
Daniela dio un paso y sintió que caía al vacío. Los amigos de Daniela notaron que de pronto había desaparecido. Un pasajero que fumaba al lado dijo, “¡Oigan, esa chica se acaba de caer!”.


Daniela tuvo la sensación de que tiraban de ella de un lado a otro. Luego, como si despertara de un sueño desorientador, se encontró en medio de las vías en una noche oscura.


No sentía dolor, pero tenía sangre que brotaba de una lastimadura pequeña y profunda sobre el ojo izquierdo. Movió la mano izquierda para retirar el pelo de los ojos. No pasó nada. Lo intentó de nuevo, y nada. Desconcertada, levantó la cabeza y miró: no estaba su mano izquierda. Luego miró el otro brazo y el horror aumentó: también estaban cercenados la mano y el antebrazo derechos. Las heridas abiertas sangraban intensamente. Intentó moverse y una oleada de dolor le traspasó el cuerpo.
A Daniela no le gusta recordar lo que vio a continuación. Tenía la pierna izquierda amputada entre la cadera y la rodilla. Le faltaba una parte de la pierna derecha. Era casi insoportable ver que tenía las cuatro extremidades afectadas.
Se dio cuenta de que podría pasar otro tren en cualquier momento. Tenía que apartarse de las vías y conseguir ayuda cuanto antes, o moriría. De alguna manera, a pesar de las lesiones masivas y el dolor, logró levantar la espalda y separarse de las vías dándose vuelta. Sin embargo, ya no pudo moverse más. Empezó a gritar: “¡Ayúdenme! ¡Por favor, ayúdenme!”. Por casualidad, en ese momento, Ricardo Morales, un trabajador rural, paseaba por allí, escuchó el grito y corrió hacia ella.
“No te muevas. Buscaré ayuda”, dijo asustado. Corrió al teléfono público que había en la estación de servicio. Cuando vio a Morales y escuchó su voz, Daniela sintió la primera oleada de esperanza; sin embargo, mientras esperaba a que volviera, empezó a desvanecerse. No debo perder la fe, se dijo.
Los Servicios de Emergencia de Rancagua enviaron una ambulancia en 4 minutos. El paramédico Víctor Solís no abrigaba mucha esperanza de que encontraran a la víctima con vida. Cuando llegaron la chica gemía. A pesar de haber perdido una enorme cantidad de sangre, Daniela permanecía lúcida. Incluso empezó a recitar su nombre, el de sus padres, sus números telefónicos y los de sus tíos. “¡Shhh! Guarde silencio. Mantenga la calma”, dijo el médico. Los demás llegaron corriendo por las vías con una camilla rígida y más equipo.
“¿Está muerta?”, preguntaron. "¿Estoy muerta?", se preguntó Daniela. No, no podía ser.


“¡No estoy muerta!” gritó Daniela, y su fuerza sobresaltó a los médicos.


El equipo trabajó con celeridad; sobre todo detuvieron las hemorragias en cada miembro. En eso oyeron un retumbar y sintieron vibrar las vías: venía otro tren. Quedarse con ella sería arriesgado, pero tampoco tenían tiempo para sacarla de allí.
“Se acerca un tren”, le comunicó Solís. “Tenemos que irnos. Regresaremos de inmediato”.
“¡No me dejen!”, gritó Daniela, mientras el equipo se ponía a salvo justo a tiempo.
Daniela sintió el estremecimiento y el golpe del viento cuando el tren pasó casi por encima de ella. Le parecía que nunca terminaría de pasar. A un costado, sin poder verla, Solís también tuvo la impresión de que el tren era infinito. En cuanto terminó, corrieron de nuevo al lado de la chica, y vieron con alivio que había sobrevivido. La subieron a la ambulancia y llegaron al hospital rápidamente. A todas las personas que veía, ella les preguntaba: “¿Voy a estar bien?”. Recién en un ascensor, camino al quirófano para operar sus extremidades cercenadas, un doctor le contesto con tranquilidad: “Vas a estar perfectamente”. Por primera vez desde el accidente, Daniela pudo por fin tranquilizarse. Hice todo lo que pude. Está en las manos de los médicos, pensó. Ahora sólo deseaba descansar. Cerró los ojos.
El llamado telefónico de Rancagua al hogar de los García llegó un poco después de las 11 de la noche. El hospital se negaba a proporcionarles detalles, pero les dijeron que debían acudir de inmediato. Llegaron luego de un viaje que tardó una hora.
Mientras tanto Ricardo, el novio de Daniela, recibió un llamado de unos amigos que iban en el tren. Cuando Daniela desapareció, algunos intentaron detener el tren, le dijeron, pero el personal no creía que alguien pudiera haberse caído. Un familiar lo llevó al hospital donde se unió a la familia.
A los días Daniela fue trasladada a Santiago. Pasó seis semanas en el hospital con visitas diarias de Ricardo, la familia y amigos. Lo más difícil de la curación fue manejar el dolor y las sensaciones fantasmas de sus extremidades cercenadas. Con el tiempo, por medio de la meditación y el reiki —terapia japonesa que pretende manipular los campos energéticos del organismo— aprendió a atenuar y controlar las respuestas nerviosas la mayor parte del tiempo.
El padre de Daniela buscó el mejor lugar que pudiera proveerle prótesis a su hija y ofrecerle la extensa rehabilitación que requeriría. Optó por el famoso Instituto de Rehabilitación Moss, de la Universidad Albert Einstein, en las afueras de Filadelfia, Pensilvania. Daniela llegó un nevado sábado de febrero para una estancia de seis semanas. Todos los días trabajaba con un equipo de para aprender a caminar, alimentarse y llevar a cabo otras actividades de la vida cotidiana con extremidades artificiales.
Daniela estableció un vínculo especial con el jefe de la unidad, el doctor Alberto Esquenazi. No sólo hablaba español, sino que había perdido la mano derecha en una explosión de laboratorio. En su lugar había un gancho plateado que usaba con toda naturalidad. Eso le daba esperanza.
Apenas cuatro días después de llegar y dos después de que el equipo de prótesis le tomara medidas, vio su primer par de piernas artificiales. Cuando le sujetaron una pierna y la fisioterapeuta María Lucas la ayudó a ponerse en posición vertical, sintió pura alegría. Por primera vez desde el accidente, pudo mirar a otra persona a los ojos. Lloró de felicidad. Tenía mucha fortaleza y determinación.
Logró avances extraordinarios, y pronto aprendió la técnica de usar los músculos de la espalda, conectados a cables, para abrir y cerrar los ganchos de las manos. Al poco tiempo sostenía y manipulaba objetos. Se volvió tan experta que pudo aplicarse hábilmente el maquillaje de los ojos y tejer. Con todo, el equipo se preocupó ante la posibilidad de que estuviera al borde de una crisis. Se mostraba demasiado optimista. Sin embargo ya allí ella se dio cuenta de que las cosas jamás volverían a ser igual que antes, y a veces le corrían las lágrimas al verse obligada a aceptar esa realidad.
El doctor le dijo: “Siempre vas a extrañar tus manos. Nada de lo que hagamos aquí remplazará jamás lo que perdiste. Sin embargo, tenés opciones. Podés esconderte en un rincón y jamás salir, o podés aceptar el desafío y aprender a hacer tu mejor esfuerzo con lo que tenés”. Daniela sabía que tenía razón y a pesar de sus momentos de tristeza, se entregó con todas sus fuerzas a la fisioterapia.


Ella decidió aferrarse a las palabras de Esquenazi: “Tu vida será lo que hagas con ella”.


Artículo Impactante libro de Daniela García, la universitaria que sobrevivió al caer de tren


Artículo 

Impactante libro de Daniela García, la universitaria que sobrevivió al caer de tren

"Elegí vivir" se titula emocionante relato de la valerosa niña.



SANTIAGO.- Daniela García Palomer da el primer gran paso ya rehabilitada, a dos años de la tragedia: lanza su obra Elegí vivir, según adelanta el diario La Segunda en su edición de hoy.

"Alcé mi brazo izquierdo para despejarme la cara, pero no hubo contacto entre mi mano y mi rostro. Repetí el movimiento, pero nuevamente pasó lo mismo. ¿Qué ocurre? Miré mi brazo y vi con espanto...¡que no tenía mano! Inmediatamente busqué mi mano derecha sólo para darme cuenta que también la había perdido".

Es parte del estremecedor relato contenido en el capítulo El Accidente. Brotó de la pluma de Daniela García Palomer, la estudiante de Medicina que el 30 de octubre de 2002, a los 22 años, fue arrollada por el tren al sur desde el cual cayó, perdiendo sus cuatro extremidades.

Este episodio -que transcurre sobre las vías férreas- es parte del libro Elegí Vivir, un acierto de la editorial Random House Mondadori, que acogió el testimonio de Daniela con toda la vehemencia de su pluma y que su propia autora presenta esta tarde en el Centro de Extensión de la Universidad Católica. Precisamente en esa casa de estudios retomó el año pasado sus cursos de cuarto año, luego de realizar dos viajes al Moss Institute de Filadelfia, donde recibió las prótesis que hoy le permiten caminar y hasta escribir.

Son 214 páginas en que la universitaria relata un pedazo de su existencia, partiendo por el día antes de la tragedia, cuando sus compañeros de universidad la convencen de ir a las olimpiadas deportivas interescuelas de Medicina que se realizarían en Temuco, actividad que no le entusiasmaba, pues tenía que estudiar para una prueba de Dermatología.

Una vez sobre el tren, que describe como una hilera de convoyes maltrechos, Daniela cuenta que era presa de un extraño pálpito. Me sentía tan fuera de lugar...Puede sonar increíble, pero, ahora, a la distancia, creo que mi cuerpo presentía algo, trataba de ponerme sobre aviso.

Los detalles de su caída y las horas de dolor que vivió entre los rieles resultan conmovedores por su valentía y dolorosos por su testimonio de verse sin piernas, sin brazos y sangrando.

Daniela hizo su primera aparición pública en diciembre del año pasado con ocasión de la Teletón, hecho que emocionó a millones de chilenos.

El largo proceso de rehabilitación se realizó en el hospital de Filadelfia y en la Teletón.



http://www.emol.com/noticias/nacional/2004/11/09/163514/impactante-libro-de-daniela-garcia-la-universitaria-que-sobrevivio-al-caer-de-tren.html